miércoles, 24 de febrero de 2016
Podría haber elegido la calma. Sí, ya sabes, ser una de esas mujeres aparentemente perfectas, recatadas y tranquilas. No meterme jamás en un problema y poner mi mejor sonrisa siempre. Podría haber optado por dejarme llevar más y que la corriente de este mar incierto me meciera como a un barco en su orilla. Pero yo elegí la locura, la libertad, la tormenta y el pecado. Elegí estudiar lo que quería, pese a las dificultades. Elegí viajar casi sin equipaje a sitios maravillosos. Elegí correr riesgos y aventurarme sólo por un placer momentáneo. También elegí comer chocolate, beber tequila, bailar hasta el amanecer, correr hasta ahogarme y, sobretodo, besar a quien quería. No me arrepiento de nada porque todo lo que he hecho es producto de mis propios sentimientos. Sí, elegí el vicio de la adrenalina corriendo por mis venas y me despierto cada día sintiéndome viva y satisfecha. Me equivoco muchas veces, lloro otras tantas, pero siempre me levanto con un nuevo paso de baile aprendido y con muchas ganas de seguir viviendo al son de la pasión.
No te prives, aprovecha cada momento sin analizar tanto, sin hacer tanta balanza, y sin castigarte a ti misma por ser feliz. A fin de cuentas, si nadie va a morir en tu lugar, que tampoco vivan en tu nombre.

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